viernes, 18 de julio de 2008

El Mismo Nombre

Ahora entiendo por qué las familias grandes son tan unidas. Se la pasan revoloteando cual chupamirtos los fines de semana por costumbre, por la carne asada, por ignominioso motivo y son felices. Felices mientras dura la música, las nuevas experiencias, los conflictos laborales y los hijos. Vagamente se puede asegurar que son siempre felices.
     Los hijos amplían paulatinamente la familia hasta regiones inmaculadas, extienden su felicidad y dominio sobrevolando valles, cerros, extintas praderas y alguna que otra vez los puedes observar copulando en el cuarto de un hotel, intentando hacerlo en un cine o consumando la pasión en los bautizos. Es sumamente difícil para estos monstruos no encontrar ocasión para aglutinarse, tal vez por eso el Dios que idolatra Sabines creó los salones de fiestas o los jardines de las casas.
     Y descartando los anuncios publicitarios, no es ni la comida de la abuela, ni los fines de año –y sus buenos propósitos– o las intempestivas borracheras las que los unen, es simplemente el sueño de perpetuarse entre ellos y sembrar semillas para posteriores ocasiones. Es aquella parte de su ego la que florece en cada encuentro casual, es el deseo de todos y cada uno de los integrantes, es tanto el deseo del recién nacido, del chiquillo festejado, del adolescente con hermosa pareja, de la abnegada madre como el de los testarudos abuelos que se niegan a morir; es deseo de todo el gigante que comparte el mismo apellido.
     Ahora creo entender por qué se adhieren tan bien las familias extensas, es el deseo el que los acerca y los alienta a seguir adelante a pesar de las eternas peleas, de los miedosos celos y de la falta de aliento en los sepelios; no es nada más que el deseo de perdurar en el pensamiento de los demás, por eso su metamorfosis de enredadera, es sólo el hecho de que –para cierto número de personas, animales y demás entes– se puede ser inmortal y eterno.

sábado, 14 de junio de 2008

Regreso A Nunca Jamás

Dejamos el corazón en la cama, debajo de un par de inútiles sábanas polvorientas, escondido; sudamos placer por todos y el más minúsculo poro de nuestro ser; la prosa de los besos fue fluida a pesar de lo inestable del colchón y el incesante y violento meneo… lo único que nos faltaba era aire, nos sofocábamos en sueños, sólo las velas absorbían el calor inherente a nuestro deseo y acabaron por consumirse en el silencio de sus gemidos y el crujir de mis huesos veteranos.

     Debiste marcar de nuevo, tal vez la conciencia me hubiera aniquilado el deseo y acuchillado el momento. Sin embargo, me vi presa del ideal tóxico que corría por mis venas y no me pude dejar escapar de ella y sus rodillas bien torneadas, de ella y sus suculentos muslos, de ella y su soledad. Ambos permitímosle al ruido la entrada a nuestros cuerpos, así cubrimos sigilosamente el alma propia y nuestras pocas y risibles ilusiones conjuntas; esos idílicos e infantiles pensamientos que tiempo atrás nos indujeran a jugar la maquiavélica partida del destino.

     Supuse amargamente que tal vez mi fuerte no era el amar y abandoné una vez más mi cuerpo hacia el suyo, nos balanceamos al son de un vals sin ritmo ni música, bailamos por primera vez en la vida, ella sin vestido y yo sin ganas, todo era perfecto y mientras ella se desdoblaba entre mis piernas, imaginaba yo que así debieron ser los bailes pomposos, los importantes, aquellos antiquísimos donde –en alguna vida análoga– me quitara el sombrero ante la majestuosidad de su belleza y ella, con una sonrisa tímida, angelicalmente fugaz me tendiera la mano para deslizarnos en la pista y hacer el amor jugando a ser presuntuosos.

     El vaivén terminó mansa, tiernamente; fusionados por completo sus senos con mis costillas nos besamos ya sin muchas esperanzas, incluso después de bañarnos bajo el titubeante chorro del agua, de comer y de reír cada tanto, la mirada no le cambió, parecía ella triste, desangelada, extravió el brillo al momento de perder por instantes también la vida, todo parecía quebrantarse a través de su presencia. Mi cuerpo, mi mente y su alma se resquebrajaban al compás de su respiración, la casa entera giraba, giraba y giraba en torno de un holocausto de sentimientos encontrados y vicisitudes radioactivas, el boleto en la mesa contaba amenazadoramente los segundos y hostil me recordaba que ella no me pertenecía ni a mí, ni a nadie, ni a ella misma.

     Y así, sin más, después de amarnos, de olvidarnos, de estar y no ser, después de ella y de mí, finalmente, después de todo y nada a la vez, sabríamos que no habríamos de vernos nunca jamás.

Desde: Mexico City,                                        SALE: 21:00 hrs.
              MEXICO (MEX)                                             SAB, 31 MAY

Hasta: Nunca Jamás                                      LLEGA:
Terminal de Salida: TERMINAL 03          DURACIÓN:
Terminal de Llegada: TERMINAL 01        CLASE: Económica
Transporte: Ferry 218739

Comida: Comida Caliente
Se Permite Fumar: NO

jueves, 21 de febrero de 2008

Patento Chiste

¿Por qué el niño emo fue al psicoanalista?

...

Para cruzar al otro lado!